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Haciendo del defecto virtud

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Éste ha sido para mí un curso especialmente accidentado. Durante el primer trimestre, luego de recorrer un sinfín de consultas médicas, finalmente me diagnosticaron “encefalomielitis miálgica”, una afección que se la conoce por un nombre más sencillo y descriptivo: “fatiga crónica”. En realidad, se trata de una “no-enfermedad”, pues se identifica sólo por sus síntomas –prolongados estados de fatiga no justificados por el grado de esfuerzo físicos realizado, que llegan a reducir la capacidad física y cognitiva en más del cincuenta por ciento– y luego de descartar todas las enfermedades conocidas que puedan tener una sintomatología parecida. Al desconocerse su etiología –parece que sólo hay hipótesis o vías de investigación recientes– tampoco existe tratamiento eficaz alguno. Únicamente queda aprender a gestionar adecuadamente el gasto de energía y reconocer de manera positiva las limitaciones que esta afección comporta, para no hacer aquello que no se está en condiciones de hacer, pero tampoco dejar de hacer lo que sí se puede hacer.

En mi caso particular, luego de casi un año de aprendizaje relacionado con esta situación –la cual no era totalmente nueva, puesto que desde hacía tiempo sabía que algo me pasaba, y el diagnóstico psiquiátrico de “depresión” que me habían señalado hasta ese momento no me acababa de satisfacer– terminé por asumir dos hechos como inevitables: primero, que luego de veintiocho años de docencia, la energía exigida por esta profesión no podía ser entregada por mí, al menos como lo había hecho cuando era más joven y cuando esta afección que ahora padezco aún no se me había declarado; y segundo, y en un sentido claramente positivo, sentía que los límites impuestos por mi cuerpo y por mi mente me obligaban a adoptar un ritmo lento.

Esto último quizás haya sido lo más importante. Me di cuenta que esto del “ritmo lento” no era una adaptación a una situación deficitaria, sino más bien todo lo contrario: debía re-aprender una forma más humana y gratificante de trabajar y de relacionarme con los demás. Esto implicaba muchas cosas: desde vivir con mayor intensidad las experiencias presentes, por pequeñas y aparentemente irrelevantes que fuesen, hasta encontrarme mejor dispuesto para escuchar a los demás y empatizar con sus circunstancias. Todo esto me llevó a vivir una experiencia paradójica, que posiblemente sea la que ahora más me cueste sobrellevar: sentirme en mejores condiciones y con mayor sabiduría práctica para realizar mi trabajo docente, justo cuando mi capacidad física y mis energías se encuentran mermadas para realizarlo. Situación que he encausado mediante el intento de convertir las limitaciones en posibilidades, es decir haciendo, como se suele decir, del defecto virtud.

Por fortuna, de todo esto los estudiantes se han dado cuenta; y debo decir, haciendo honor a la mayor de las verdades y sin un ápice de sentimentalismo ficticio, que el elemento principal que me ha permitido re-aprender la gestión de mis nuevas circunstancias –y no digo reconducir, ni asumir, ni adaptarme…, digo re-aprender– ha sido la comprensión y una continua devolución emocional positiva por parte de mis alumnos.

Esta introducción que ahora hago a la presente entrada, la siento necesaria para explicar varias cosas, como por ejemplo la reducción drástica del ritmo de publicación en este blog, el pasar de tener una presencia bastante activa en la red a mostrarme más receptivo o silencioso, o el declinar algunas interesantes propuestas de participación en foros o intercambios. Debo decir que todo esto en ningún caso fue muestra de desinterés, sino más bien por el contrario fue consecuencia de aplicar aquel “ritmo lento” del que hablaba, y que, con el paso del tiempo, se fue convirtiendo en una manera diferente de entender la inmersión en el uso de las nuevas tecnologías y en el mundo digital en general, vivida durante estos últimos años diría de manera excesivamente vertiginosa, por no decir casi frenética. Aunque dicho así me resulte divertido, considero que la “fatiga crónica” también me está sirviendo para esto.

Una consecuencia directa, y considero para nada afortunada, fueron las bajas laborales. Mi presencia en el centro se vio muy reducida, viéndome obligado a ser sustituido por otras profesoras en dos ocasiones, durante el primer trimestre y ahora durante el tercero. Esta circunstancia a quienes quizás afectó en mayor medida fue a los alumnos de segundo de bachillerato. La historia de la filosofía no suele ser una asignatura fácil, con el agravante de que, por tratarse de una asignatura común, entra en las pruebas de acceso a la universidad para todas las modalidades. En concreto, un autor de los cinco establecidos para la prueba de filosofía, Frederick Nietzsche, llegados ya a la finalización del curso quedó sin ser trabajado. Considero que no es poco, puesto que en realidad significa casi un veinte por ciento de la asignatura que ha quedado sin desarrollar.

Desde el primer trimestre retomé una experiencia que ya había realizado en un curso anterior: abrir un grupo en Facebook, al que le puse de nombre “Filo de segundo” e invité a todos los alumnos de segundo de bachillerato a formar parte de manera totalmente voluntaria. El objetivo de este grupo era contar con una extensión virtual de la clase presencial, donde se pudiera intercambiar puntos de vistas, dudas, inquietudes, propuestas, que dentro de los límites espacio-temporales del aula no siempre se pueden contener. A esto, y considero que de manera fundamental tal como pude verificarlo durante la experiencia, se sumó un efecto dinamizador y motivador importante. La presencia de los alumnos en esta red social ha sido constante, y la dinámica de la asignatura al integrarse en ella se ha vuelto más horizontal y participativa de lo que suele ser en las clases normales.

Luego de finalizadas las clases de segundo y los exámenes del tercer trimestre, comenzó el repaso para las PAU. Durante estos días de repaso, y con el objetivo de compensar las carencias que resultaron de un curso tan accidentado, se me ocurrió que podía utilizar el grupo de Facebook para solventar esta situación. Para ello, en la sala de mi casa y de una manera totalmente artesanal, con la webcam de mi ordenador portátil me puse a grabar las clases sobre Nietzsche, el autor que había quedado sin explicar. Para ello seguí los siguientes pasos:

  1. Escribí un guión (que queda aquí enlazado por si os interesa echarle un  vistazo)
  2. Siguiendo este guión confeccioné una presentación con Power Point.
  3. Grabé algunas secuencias de mis explicaciones con el programa de la webcam, en las cuales aparecía mi imagen en la pantalla completa.
  4. En otras explicaciones lo hice con el programa Screencast que permite grabar lo que hay en la pantalla del ordenador (en este caso las correspondientes diapositivas del power point), y reproduce en un recuadro pequeño en el ángulo inferior derecho mi imagen capturada por la webcamp.
  5. Para las imágenes de la presentación en las que no quería que apareciera mi imagen, directamente guardé la diapositiva correspondiente en formato jpg, y grabé la explicación con el programa de grabación de sonido que viene de serie en todos los ordenadores equipados con Windows.
  6. Finalmente, utilizando el programa Windows Movie Maker (que también viene de serie con Windows), fui montando el vídeo mediante el sencillo sistema de arrastrar y soltar todos los archivos de vídeo, audio e imagen.

[Si alguien me lo pide quizás podría hacer un tutorial sobre cómo montar todo esto, y así practico ;-) ]

El resultado fue el siguiente:





A continuación fui subiendo de manera fragmentada este material a Youtube, y luego lo fui colgando en el grupo “Filo de segundo” de Facebook. Aún no puedo evaluar el resultado, pero sí al menos puedo comentar algunas reflexiones que esta experiencia me ha sugerido; sobre todo a partir de la lectura que hice hace algunas semanas de una entrada en el blog Totem Guard en la que se comentaba el trabajo de la Khan Academy, organización sin ánimo de lucro fundada en 2006 por Salman Khan, un joven de origen bengalí, nacido en Nueva Orleans hace 35 años.

Días más tarde tuve la oportunidad de leer  en La Vanguardia un reportaje acerca de la Khan Academy que me hizo reflexionar sobre el significado que podía tener mi vídeo sobre Nietzsche, más allá de la solución de una deficiencia circunstancial. Inicialmente no le había dado más valor que el que podía tener la grabación de una o varias clases magistrales sobre un autor con la finalidad de ofrecer a los estudiantes un material que, de cara a preparar las pruebas de acceso, compensaran las clases que no se pudieron hacer de manera presencial. ¿Desde el punto de vista didáctico, qué diferencia puede haber entre el carácter expositivo de una clase magistral realizada en el aula y esa misma clase, pero ahora auto-filmada por el propio docente?

En algún sentido, los reparos manifestados en el citado reportaje de La Vanguardia, por parte de Pablo Linares,  profesor del Instituto Ignacio Aldecoa de Getafe, y autor del blog Matemáticas en el instituto, no parecían carecer de fundamento. Según dice en el artículo, Linares escribió en un e-mail al periodista lo siguiente: “Khan Academy envuelve los contenidos en un formato más atractivo pero la metodología no varía mucho con lo que no creo que enganche de veras a los alumnos ni les ayude a tener una mayor comprensión”. “… se necesita un cambio más profundo que el de presentar las mismas cosas con diferentes formatos (vídeos, redes sociales, pizarras digitales). Las tecnologías son muy buenas pero hay que darles un uso apropiado y no deberían ser un fin en sí mismas sino un medio para potenciar el aprendizaje”

A pesar de todas estas observaciones que sin lugar a dudas comparto, también pensé que quizás mi rudimentaria y poco novedosa experiencia podía tener alguna relevancia, al menos en dos sentidos:

1. La información que un docente puede ofrecer en una clase magistral no siempre es desdeñable, resultando incluso a veces necesaria o imprescindible. El hecho de encapsular esta información en un formato audiovisual y ponerlo a disposición de los alumnos en un entorno no presencial, como puede ser un “google-site” o una red social como Facebook, tiene una  implicación práctica consistente en desplazar fuera del aula los aspectos más transmisivos de la asignatura, y reservar el espacio presencial de la clase para la experimentación, el trabajo colaborativo, la investigación, el debate o la reflexión.

2. En un orden no tan operativo sino más simbólico el hecho de poner el discurso del docente en un formato audiovisual lo convierte en un recurso más a disposición del alumno;  de alguna forma le autonomiza para gestionar dicho recurso como mejor le plazca, quitando poder a la autoridad presencial, aquella que obliga a escuchar en silencio, con independencia del deseo o la motivación del auditorio. Don Finkel en su libro “Dar clases con la boca cerrada” establece una diferencia muy curiosa entre la explicación directa realizado por un docente ante un grupo de alumnos, y ese mismo docente leyendo en voz alta (o pidiendo que lea algún estudiante) esa misma explicación escrita en un folio. Para Finkel este segundo caso sería un ejemplo de “dar clases con la boca cerrada”. De alguna forma, aunque pudiera ser más aburrido o menos seductor, la lectura de un material escrito está separando el contenido de su autor, y con ello permitiendo para  quien lo recibe una mayor autonomía. Se podría establecer una similitud entre el folio escrito de este ejemplo con la reproducción en vídeo de una clase magistral.

No es mi intención justificar las bondades de un recurso cuyas limitaciones están claras, y si tiene alguna ventaja ésta vendrá dada más por el contexto de su utilización que por sus características propias. Me parece evidente que mientras la publicación de unas clases en vídeo estén al servicio de la preparación de los estudiantes para conseguir la mejor nota posible en unas pruebas de acceso a la universidad todo lo que, como en este caso, es hijo del defecto, siempre lo seguirá siendo. Y volviendo a utilizar la máxima de antes, para que el defecto se convierta efectivamente en virtud habrá que modificar radicalmente el contexto de su utilización. Lo cual, aunque no me sienta muy capaz de realizar, al menos me permite reflexionar sobre ello.


Archivado en: Aprendizajes, Redes y Tecnologías Tagged: alumnos, discurso_expositivo, Don_Finkel, elearning, empoderamiento, fatiga_crónica", Khan_Academy, Nietzsche, PAU, profesores, ritmo_lento, sreencast, webcam

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